DÓNDE ESTÁ LA BELLEZA DE LA FAMILIA?

                                                                                                 © Ermolaev Alexander/SHUTTERSTO CK

Homilía del arzobispo de Madrid en la fiesta de la Sagrada Familia

¿Queréis descubrir dónde está la Belleza de la Familia? Acercaos por unos momentos a la Sagrada Familia de Nazaret.
Ella es el icono que, contemplado, nos hace descubrir dónde está la belleza de la familia. Es urgente que acerquemos este icono a la humanidad en estos momentos en los que se está inaugurando una nueva época. Aparece una nueva humanidad.

¿Qué es lo más grande que podemos aportar los cristianos a los fundamentos de la misma? En primer lugar, la persona de Jesucristo. Él nos revela quién es Dios y quién es el hombre.

Pero también debemos decir con fuerza dónde tiene su origen el ser humano y en qué “lugar” se revela con el verdadero humanismo, para que en él se descubra dónde está el tesoro más importante, la escuela más urgente donde los valores humanos, cívicos, religiosos y morales se otorgan. La familia es la escuela del humanismo auténtico.

Es en la familia cristiana donde descubrimos cómo la vida que nace se acoge con generosidad y responsabilidad, y al ser humano se le entregan todas las dimensiones de la existencia que son necesarias para que alcance su vida real y, así, el futuro de la humanidad esté asegurado.




Trabajar en apoyo de la familia fundada en el matrimonio como elemento básico de la vida y del desarrollo de una sociedad es garantizar el futuro de la humanidad y contribuir a renovar la sociedad, poniendo el fundamento que necesita todo pueblo y todo ser humano para realizarse como tal.



En la familia es en donde mejor se ve y se construye la “cultura del encuentro”, ya que es lugar de convivencia entre generaciones (padres, hijos, abuelos, bisabuelos, nietos), donde nadie queda excluido, donde todos son necesarios y cada uno recibe el amor y la ayuda que necesitan.



Pero no es solamente encuentro de generaciones: también es “santuario del amor y de la vida”, pues en ella se enseña y se aprende a vivir desde esa atalaya que engrandece al ser humano cuando se pone como fundamento y garantía de  desarrollo, Dios mismo.



La Sagrada Familia de Nazaret así nos lo muestra. En la familia se aprenden y desarrollan las virtudes esenciales para la vida. Una familia viva, en cuyo centro, como sustentador de cada uno, en todo su desarrollo personal y social, y a lo largo de todo el camino que dure la existencia, esté Dios. Esto es lo más actual y moderno. Lo antiguo es vivir marginando a Dios, queriendo ser como dioses.

La Sagrada Familia de Nazaret es el prototipo de toda familia cristiana. ¿Quién es esa familia? 


La que reunida en el sacramento del matrimonio, y alimentada con la Palabra y la Eucaristía, está llamada a realizar esa vocación y misión de ser célula viva, no solamente de la sociedad, sino también  de la Iglesia. La urgencia y necesidad de mirar y contemplar con confianza a la Sagrada Familia de Nazaret es vital.

¿Por qué? Por la belleza y originalidad que esta familia tiene, que viene porque en ella vivió oculto, largos años, el Hijo de Dios. Por eso radica ahí el eco más original de la “iglesia doméstica”, como es: la oración constante, la escucha de la palabra de Dios, la intensa vida sacramental, el esfuerzo continuado por vivir el mandamiento de Cristo del amor y del perdón.


En la Familia de Nazaret contemplamos cómo el amor no es concéntrico, ni busca interés personal, ni toma en cuenta el mal recibido, sino que se alegra con la verdad. En Nazaret, se hacen verdad aquellas palabras del apóstol San Pablo en la primera carta a los Corintios: “el amor todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta” (1 Cor 13, 5-7).

La belleza de la familia cristiana está en esa página del Evangelio de Lc 2, 22-40.

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