Las grandes preocupaciones

Leo una noticia que dice que en España se han disparado, en este mes de enero, las ventas de básculas, bicicletas estáticas y libros de dieta. Parece ser que el personal, arrepentido de los excesos navideños, y agobiado porque los botones no abrochan y los pantalones parecen piel de embutido, ha decidido cuidar el tipo, recuperar la forma, y volver al estado apolíneo ideal. Es humano, y legítimo, y comprensible dicho cuidado. Pero esta preocupación colectiva, esta dieta estacional que sigue al maratón gastronómico de diciembre, tiene también varias lecturas necesarias y complementarias. Está bien la preocupación por la salud, por cuidarse, por llevar una vida sana. Pero la línea que separa dicha preocupación de la obsesión por la imagen, y la idealización de un único tipo de físico, de delgadez o de perfección, tiene mucho de imposición mediática irreal y dictatorial. Hay que buscar liberarse de esas presiones. Es interesante, además, reflexionar sobre cómo podemos funcionar a base de deseos e impulsos de temporada. Ahora trago como una lima. Después picoteo como un pajarito... Y así, saltamos del exceso a la austeridad, o del desenfreno al ascetismo autoimpuesto. Una imagen que está lejos del dominio de sí que, en muchas ocasiones, es bastante necesario. 

Leer esta noticia resulta, de algún modo, chocante en un mundo turbulento. Y ese contraste invita a no perder nunca la perspectiva sobre lo que de verdad es preocupante. En medio de este comienzo de año marcado por la violencia y las discusiones sobre la libertad de expresión. Cuando la iglesia acaba de celebrar la jornada de las migraciones, y vienen a la mente las historias de tantas personas que buscan respuestas y soluciones a la vida lejos de casa. Ante el tono bronco de la política diaria, que arreciará a medida que nos vayamos adentrando en el próximo ciclo electoral. Viendo, a lo lejos, al Papa en Filipinas, y su encuentro con gente terriblemente golpeada por la vida, muchos de ellos tras caminar 14 horas para llegar a compartir una celebración. En medio de todo eso, la preocupación por los kilos de más navideños, por el buen tipo, por la imagen, invita a pensar en qué es lo que nos preocupa, con qué nos comprometemos y en lo lejos que podemos estar de las urgencias y agobios más reales de esta humanidad nuestra, si acaso llegamos a sacar de quicio algunas preocupaciones. Ojalá que esto de la báscula sea, en el caso de existir, una batalla menor.

Hoy resuena en nuestros oídos una pregunta eterna, que tiene que ver con nuestras prioridades y nuestros compromisos, diciéndonos, hoy, aquí y ahora... "¿Qué buscáis?"

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