LA CONSECUENCIA NO ES LO MÁS IMPORTANTE


Un salto para la eternidad. Logro definitivo del deporte español. Un pequeño paso para los Gasol, un gran salto para la historia. Estos son algunos de los titulares con los que la prensa celebraba el hito de Pau y Marc Gasol, los primeros hermanos en ser titulares en el partido de las estrellas de la NBA, la mejor liga de baloncesto del mundo. Todo un símbolo para el deporte.

Estos éxitos alientan pero no son suficientes. Momentos como este son la “foto finish” de un largo camino recorrido lleno de esfuerzo, sacrificio, entrega y disciplina. Detrás quedan escondidos muchos intentos, lesiones, pretemporadas y toneladas de alegría e ilusión por hacer algo que merece la pena.

El resultado no es suficiente para describir lo importante que ha sido la travesía hasta llegar allí. Es más, la mayoría de jugadores nunca pisarán un partido de ese nivel pero eso no le quita ningún valor a lo que hacen cada día al levantarse.

La consecuencia no es lo más importante. Por eso, como cristianos, estamos invitados a celebrar también el fracaso. El genio del cristianismo, el genio de nuestra fe es transformar el fracaso en una nueva posibilidad, en una nueva oportunidad. Si aprendemos esto, nuestra vida cambia, porque el éxito lo alcanzan unos cuantos, pero el fracaso todos, antes o después. 









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