DECÁLOGO DE LA ALEGRÍA

Breve decálogo existencial de la alegría
El testimonio de un carmelita realizado en su vocación

Yo, que me considero una persona feliz y realizada en mi vocación, he pensado dar testimonio de lo que vivo y ofrecer una especie de decálogo de mi felicidad, de mi experiencia gozosa de ser lo que soy. Y he compilado un pequeño decálogo de la felicidad con aspectos positivos y negativos.

1. La alegría de la gratuidad
Se trata de vivir siempre con un sentido de gratitud y de gratuidad. La primera abre el corazón al agradecimiento hacia Dios. La segunda te ayuda a darte constantemente a los demás, sin prestar mucha atención al egoísmo.

La gratitud emana de la experiencia consciente de lo que se debe a Dios, vivida cada día en largos momentos de oración y en pequeños instantes de contemplación. Ésta te engrandece el corazón.
La gratuidad del servicio en el amor, además de dilatar la capacidad de amar te permite salir de ti mismo y gozar las miles alegrías de la comunión, de la relación, de la creatividad. Es el don de la vida hecho a los demás que te hace vivir aún más abundantemente y te gratifica por el don hecho que, al provenir realmente del corazón, lo vuelve más bueno.

2. Frente a Dios en la oración
A veces, incluso sin querer, sentimos que nuestro estado de ánimo, a pesar de la felicidad sustancial, tiene zonas grises.

Basta profundizar en nuestra conciencia para descubrir las pequeñas raíces de los dolores del alma, de nuestras pneumapatologías. Pequeños nódulos que no dejan fluir la alegría. Pequeños huecos del alma desde donde fluye y se pierde nuestra energía espiritual.
La necesidad de un poco de humildad que es el ungüento de nuestras heridas, dice Teresa de Ávila, y la mansedumbre que es saber tolerar a los demás, pero especialmente saber tolerarse a sí mismo, es una buena pneumoterapia cristiana. Una inmersión en el realismo, en la aceptación de la realidad, en la misericordia de Dios para resurgir regenerados.


3. Superar las tentaciones contra la alegría
Hay momentos más prolongados en que somos tentados contra la alegría, se llaman pereza espiritual. Un momento de reflexión, una extensa oración, poner orden en la vida, te dice inmediatamente que en el conjunto de los valores y las funciones de la buena armonía espiritual, falta el equilibrio de los aspectos.
Alguna área importante de nuestra vida (afectividad, oración, descanso, reflexión, recreación…) no ha sido suficientemente cuidada.Un toque de equilibrio devuelve la alegría. Se trata conjuntamente de poner remedio, volver a la fuente de la verdadera alegría, inundar de luz las tinieblas del espíritu.

4. La belleza de la cotidianidad
La vida está sembrada desde el principio de pequeñas alegrías y sorpresas: la liturgia bien vivida, el encuentro con los hermanos y las hermanas, el saludo gozoso, la llamada de teléfono, ver el periódico y la TV, la comida, la higiene personal y el descanso, el éxito de un trabajo, la certeza de una amistad…
La sana espiritualidad es agradecer estas alegrías que provienen de la fuente de la alegría, con una visión positiva de la vida espiritual. Si luego se viven en comunión la alegría se multiplica: se dona y se recibe de los demás.

5. La alegría de la amistad
La alegría espiritual es para mí la experiencia de una buena amistad con los santos del cielo y con los de la tierra. La amistad es una fuente de alegría, aunque ésta debe pasar por debidas purificaciones.

Tener amigos y amigas es también de gran valor en la Iglesia y sentirse apreciados y estimados por ellos, interpelados también por trabajos de colaboración es una fuente de alegría que invita a dar una gran importancia a la amistad en la vida religiosa y en la Iglesia.

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