Por fin ha llegado la Pascua. Después de la subida a Jerusalén, y de la Pasión, podemos celebrar la presencia del Resucitado entre nosotros. San Juan relata el momento entrañable del reencuentro de los discípulos con Jesús, a orillas del lago Tiberíades (Jn 21). Parece que ya todo va a ir bien. Entonces Jesús habla a Pedro, y le pregunta si le ama, tres veces. No le reprocha sus tres negaciones. Pero sí, con mucha delicadeza, le ayuda a mirar todo el recorrido, antes de volver a confiar en él y darle su misión definitiva.
Una vez que ha salido todo bien, es fácil olvidarse de los malos momentos. Pero así corremos el peligro de creer que ha sido por nuestra cara bonita. La alternancia entre consolación y desolación es un momento privilegiado para descubrir cómo Dios va actuando en nuestra vida, y cómo se da la continuidad entre una y otra.
E Ignaciana
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