LECTIO DIVINA-JUEVES 4ª SEMANA DE PASCUA

Jueves IV

Hch 13,13-25
Jn 13,16-20                                                                                      ABRIL 30
En aquel tiempo dijo Jesús: “Os aseguro que ningún sirviente es más que su señor y ningún enviado es más que el que lo envía. Dichosos vosotros si entendéis estas cosas y las ponéis en práctica. No me estoy refiriendo a todos vosotros: yo sé a quiénes he escogido. Pero tiene que cumplirse lo que dice la Escritura: ‘El que come conmigo se ha vuelto contra mí.’ Os digo esto de antemano, para que, cuando suceda, creáis que yo soy. Os aseguro que quien recibe al que yo envío me recibe a mí, y quien me recibe a mí recibe al que me ha enviado”.

Preparación: En su exhortación apostólica La alegría del Evangelio,  el Papa Francisco nos recuerda que “Jesús, el evangelizador por excelencia, se identifica especialmente con los más pequeños. Esto nos recuerda que todos los cristianos estamos llamados a cuidar de los más frágiles de la tierra” (n. 209).

Lectura: En el discurso que pronunció en Antioquia de Pisidia, Pablo resume la historia del pueblo de Israel hasta desembocar en Jesús, enviado por Dios como Salvador. El texto evangélico se sitúa en el contexto de la última cena y nos ayuda a comprender qué tipo de Salvador es Jesús.  Arrodillado ante sus discípulos, Jesús les lava los pies. Y les invita a seguir su ejemplo. Si el Señor se ha comportado con ellos como un esclavo, ellos habrán de aprender su ejemplo de humildad para tratar de prestar un servicio de amor a sus hermanos.

Meditación: La proclamación de una bienaventuranza era un lenguaje habitual en Israel. Aparece con mucha frecuencia en los salmos. Además de las bienaventuranzas recogidas por Mateo en el Sermón de la Montaña, encontramos algunas otras esparcidas por los evangelios. Como ésta que Jesús dirige a sus discípulos: “Dichosos vosotros si entendéis estas cosas y las ponéis en práctica”. La vida cristiana no se reduce a entender un mensaje. Nos lleva a practicar el estilo de vida de Jesús. Lavar los pies a los demás equivale sin duda en nuestra sociedad a cuidar de los más frágiles de la tierra.

Oración: Señor, en un mundo marcado por la arrogancia y la altanería, nosotros admiramos tu humildad. Al lavar los pies a tus discípulos, como un esclavo había de hacer con su amo, nos das ejemplo de tu entrega. Bendito seas por siempre, Señor.

Contemplación: Muchas pinturas famosas nos ayudan a contemplar a Jesús en el marco de la última cena. Hoy prestamos una especial atención para oír de sus labios una afirmación que parece elemental: “Os aseguro que ningún sirviente es más que su señor y ningún enviado es más que el que lo envía”. En esas palabras se nos revela su dignidad y su misión. Jesús es el Señor. Nos complace repetir lentamente esa palabra. Él es nuestro Señor. Nosotros somos servidores, encargados de transmitir su mensaje a la humanidad. Su abajamiento nos engrandece a todos. Pero al mismo tiempo nos invita a imitar su humillación.

Acción: Hoy nos preguntamos qué puede significar este gesto de Jesús para una sociedad que ha convertido la altivez en su señal más evidente. ¿A qué personas podemos prestar hoy un servicio, por humilde que sea?
                                                                José-Román Flecha Andrés

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