TESTIMONIOS ORANTES

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 Mª José Jiménez
¡Qué alegría descubrirte de nuevo!, sentirte tan cerca, tan amoroso, tan pendiente de mí y yo con tanto deseo de estar contigo. Cuando estoy contigo, me siento segura, nada me falta, todo se transforma en mi corazón y mi mente, que ha sufrido el ataque de tantos mensajes negativos, llenos de prejuicios, críticas, miedos…, ahora es como si nada de eso existiera. Ahora sin vergüenza, sin pudor, puedo llamarte cuando lo necesito, pero eso sí, aunque no nos veamos ya te siento en mi corazón, nada ni nadie nos separará jamás.

Teresa de Jesús
“Si estáis alegre, miradle resucitado; que sólo imaginar cómo salió del sepulcro os alegrará. Mas ¡con qué claridad y con qué hermosura! ¡Con qué majestad, qué victorioso, qué alegre! Como quien tan bien salió de la batalla adonde ha ganado un tan gran reino, que todo le quiere para vos, y a sí con él. Pues ¿es mucho que a quien tanto os da volváis una vez los ojos a mirarle?” (CV 26,4).

Papa Francisco
Cuando Jesús habla de “nacer de nuevo” nos hace entender que es el Espíritu el que nos cambia, el que viene de cualquier parte, como el viento: escuchemos su voz. Sólo el Espíritu es capaz de cambiar nuestra actitud, de cambiar la historia de nuestra vida, cambiar nuestra pertenencia. Es el Espíritu el que da esta fuerza a estos hombres sencillos y sin formación, como Pedro y Juan, esta fuerza para anunciar a Jesucristo hasta el testimonio último: el martirio.

José de María
Orar, yo no sabía orar. Rezaba, pedia, recitaba oraciones y me iba. Aún asi El me escuchaba y atendía mis peticiones. 
Ahora, me pongo en Su Presencia, Le miro y El me mira y en silencio le doy gracias. Le cuento y El me escucha, me sugiere y me invita a rezar y yo le digo Padrenuestro... Cada día le doy gracias por hacerme a Su Imagen y El se calla y me sonríe.

  Mª Ángeles
Padre, que manifiestas tu ternura a todos tus hijo e hijas. Enséñame a acoger a todos los que están en las orillas de la vida. Aquí estoy. 
Envíame a anunciar la buena noticia del Reino.
Llévame donde los hombres y mujeres necesiten tus palabras, donde falte la esperanza, la alegría, la ternura. Llevando siempre en el corazón el Evangelio de tu Hijo Jesús, 
concédeme la fortaleza y la sabiduría 
para decir a los que encuentre en el camino, 
que en la mesa del Reino hay sitio para todos, 
porque en tu corazón de Padre 
hay una morada preparada para todos. Amén. 

 Analuisa Cusán
Somos invitados a hacer un camino, como el que Dios invitó a hacer a Teresa, un camino de comunión amorosa con Dios, un camino de confianza mutua. ‘La verdad’ yo la conozco en la medida en que fío del otro, se me muestra en la medida en que el otro se me confía. La verdad es fruto de la invitación que se nos hace a zambullirnos en la relación interpersonal con Dios y con los hermanos. La verdad es la respuesta que damos a Quien nos sigue convocando, llamando, eligiendo para que estemos junto con Él y “andemos en verdad delante de la misma Verdad” (V 40,3). 

 Juan Martín Velasco
La oración verdadera es la que se hace con fe, en nombre de Jesús, es decir en unión con Él, y en conformidad con la voluntad divina. Los grandes orantes, los “expertos en las cosas de Dios”, han ofrecido criterios complementarios para ayudarnos en el no siempre fácil discernimiento. Todos insisten, por ejemplo en que la calidad de la oración no depende de las ideas más o menos felices que la meditación nos procure, ni en los gustos, los sentimientos gratificantes, que nos aporte. Lo importante de la oración no es el mucho pensar, sino el aumento del amor de Dios y de los hermanos, y la mayor conformidad con la voluntad de Dios que se siga de ella.

 Papa Francisco
Dios actúa en la humildad, en el silencio, en las cosas pequeñas. Desde la Creación, donde el Señor no toma “la varita mágica”, sino que crea al hombre “con barro”. Es un estilo que atraviesa “toda la historia de la salvación. Cuando ha querido liberar a su pueblo, lo ha liberado por la fe y la confianza de un hombre: Moisés. Cuando ha querido hacer caer la poderosa ciudad de Jericó, lo ha hecho a través de una prostituta. También para la conversión de los samaritanos ha pedido el trabajo de otra pecadora. Cuando Él ha enviado a David a luchar contra Goliat, parecía una locura: el pequeño David ante ese gigante, que tenía una espada, tenía tantas cosas, y David sólo la honda y las piedras. Cuando ha dicho a los Magos que había nacido el Rey, el Gran Rey, ¿qué se han encontrado? Un niño, un pesebre. Las cosas sencillas, la humildad de Dios, este es el estilo divino, nunca el espectáculo.



Lluís Martínez Sistach

Orar es conversar con Dios como Padre nuestro que es, como el mejor de los amigos; y esto se puede hacer con pocas palabras, ya que el Evangelio nos advierte que no hagamos como los gentiles "que imaginan que han de ser escuchados a base de palabras". Es el corazón el que debe hablar a un Padre que sabe bien lo que necesitamos antes de pedirlo. La oración debe estar incluida en la trama de nuestra vida diaria, surgiendo de la actividad cotidiana con sus ilusiones y fracasos, con sus éxitos y contrariedades, con sus alegrías y penas. La oración es como la expresión de la fe y tiene mucha relación con la esperanza y con la constancia. Nuestra oración debe estar llena de esperanza en Dios, a pesar de nuestros pecados o nuestras infidelidades, a imitación del patriarca Abraham, padre de los creyentes, de quien san Pablo afirma que, "habiendo esperando contra toda esperanza", no dudó ni tuvo la menor desconfianza en las promesas de Dios.

 Pedro Casaldáliga
Si el corazón es limpio
no ha de atraparnos nunca
la noche intransitable.
El viento y las estrellas
nos dictarán los pasos.

 Roger de Taizé
La fe es una sencilla confianza puesta en Dios, tan sencilla que todos pueden acogerla. Para un corazón atento, la confianza en Dios tiene suficiente con casi nada. Con ese poco Dios realiza lo esencial... Y todo, en uno mismo, se simplifica, el modo de vivir, la relación con los demás. Una humilde oración de abandono también permanece siempre muy sencilla sin pretender nada. En cualquier edad, ¿quién no se sorprende a sí mismo diciendo: escucha, escucha mi oración de niño? Y siguen los combates cotidianos. Lucha y contemplación se unen.




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