“Y después que el Señor me dio hermanos, nadie me mostraba qué debía hacer, sino que el mismo Altísimo me reveló que debía vivir según la forma del santo Evangelio. Y yo lo hice escribir en pocas palabras y sencillamente, y el señor Papa me lo confirmó. Y los que venían a tomar esta vida, daban a los pobres todo lo que podían tener; y se contentaban con una túnica, reforzada por dentro y por fuera, con el cordón y los paños menores. Y no queríamos tener más. Los clérigos decíamos el oficio según el uso de los demás clérigos, y los laicos decían los Padrenuestros; y muy gustosamente permanecíamos en las iglesias. Y éramos incultos y estábamos sometidos a todos. Y yo trabajaba con mis manos, y quiero trabajar; y quiero firmemente que todos los demás hermanos trabajen en algún trabajo humilde y honesto... Y cuando no nos den la paga del trabajo, recurramos a la mesa del Señor, pidiendo limosna de puerta en puerta. El Señor me reveló que dijésemos este saludo: El Señor te dé la paz… Y, así como el Señor me dio el decir y escribir sencilla y puramente… estas palabras, así también sencillamente y sin glosa habéis de entenderlas y observarlas con obras santas hasta el fin”.
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