¡Cuidaos unos a otros, en paz y con espíritu de justicia!
Queridos amigos:
Con ocasión de mi visita a las Naciones
Unidas, me alegro de poder saludarles a ustedes, hombres y mujeres, que son, en
muchos aspectos, la columna vertebral de esta Organización. Les agradezco su
acogida, y por todo lo que han hecho para preparar mi visita. Les pido también
que hagan llegar mi saludo a los miembros de sus familias y a sus compañeros
que no han podido estar hoy con nosotros.
La mayor parte del trabajo que hacen aquí
no aparece en las noticias. Entre bastidores, sus esfuerzos cotidianos hacen
posible muchas de las iniciativas diplomáticas, culturales, económicas y
políticas de las Naciones Unidas, que son tan importantes para responder a las
esperanzas y expectativas de los pueblos que componen nuestra familia humana.
Ustedes son el personal operativo, experto y experimentado, funcionarios y
secretarias, traductores e intérpretes, personal de limpieza y de cocina, de
seguridad y de mantenimiento. Gracias por todo lo que hacen.
Su trabajo silencioso y fiel no sólo
revierte en beneficio de las Naciones Unidas. También tiene una gran
importancia para ustedes personalmente. Puesto que nuestra forma de trabajar
manifiesta nuestra dignidad y la clase de personas que somos.
Muchos de ustedes han venido a esta
ciudad provenientes de otros países. De hecho, ustedes forman un microcosmos de
los pueblos que esta Organización representa e intenta servir. Al igual que a
muchas otras personas en el mundo, les preocupa el bienestar y la educación de
sus hijos. Les preocupa el futuro del planeta, y el tipo de mundo que vamos a
dejar a las generaciones futuras. Sin embargo, hoy y siempre, les pido a cada
uno de ustedes, cualquiera que sea su cometido, que se cuiden unos a otros. Que
estén cerca unos de otros, que se respeten y, de esta manera, encarnen entre
ustedes el ideal de esta Organización de ser una familia humana unida, viviendo
en armonía, trabajando no sólo para la paz, sino en paz;
trabajando no sólo por la justicia, sino con un espíritu de
justicia.
Queridos amigos, los bendigo de corazón a
cada uno de ustedes. Rezaré por ustedes y sus familias, y les pido, por favor,
que no se olviden de rezar por mí. Y si alguno de ustedes no es creyente, le
pido sus mejores deseos. Que Dios los bendiga a todos.
Gracias.
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