EL REY DE LA VIDA
“Le
dieron poder real y dominio; todos los pueblos, naciones y lenguas lo
respetarán. Su dominio es eterno y no pasa; su reino no tendrá fin”.
Estas palabras del libro de Daniel siguen a la visión de un personaje
entrevisto “como un hijo de hombre”, que llega sobre las nubes del cielo
(Dan 7, 13-14).
La
explicación que sigue a continuación nos indica que la visión se refiere
a todo el pueblo de Dios en su conjunto: “Los santos del Altísimo recibirán el
reino y lo poseerán para siempre por los siglos de los siglos” (Dan 7,18).
Sin
embargo, ese reinado del pueblo de Dios no se deberá a sus propias fuerzas. Los
elegidos serán pisoteados y aplastados por los poderes de la tierra, hasta que
el “Anciano” haga justicia a los santos del Altísimo y puedan tomar posesión
del reino (Dan 7,22).
UN REINO
SIN VIOLENCIA
En el
evangelio que se proclama en esta fiesta asistimos al diálogo entre
Pilato y Jesús (Jn 18 33-37). El representante del Imperio Romano ha debido de
oír algunos comentarios sobre la entrada de Jesús en Jerusalén. Muchos habían
identificado su llegada con la de los reyes que regresaban victoriosos de una
batalla.
• De ahí
la primera pregunta: “¿Eres tú el rey de los judíos?” La respuesta de Jesús
evoca el sistema de información del Procurador romano. Pero nos parece también
dirigida a cada uno de nosotros: “¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho
otros de mí?” Tendremos que preguntarnos si nos hemos preocupado de acceder
personalmente a la fe en el Señor.
• Hay una
segunda pregunta de Pilato, que se interesa por los motivos que pueden haber
llevado a los jefes a entregarle a Jesús como un reo: “¿Qué has hecho?” La
respuesta de Jesús ha sido mil veces comentada: “Mi reino no es de este mundo”.
El reino de Jesús no es un peligro para el Imperio. No se basa sobre la
violencia. No es impuesto ni defendido por legiones armadas. Y nunca habría
debido imponerse de esa forma.
UN REINO
DE LA VERDAD
Pero
hay todavía una tercera pregunta de Pilato: “Con que ¿tú eres rey?”. La
respuesta de Jesús nos revela su identidad: “Tú lo dices: soy rey. Yo para eso
he nacido y para esto he venido al mundo; para ser testigo de la verdad. Todo
el que es de la verdad, escucha mi voz”. La verdad y la voz se convierte en
viva interpelación a lo largo de los siglos.
•
“Testigo de la verdad”. Así se manifiesta en este momento supremo el que se
había identificado como “el camino, la verdad y la vida”. Revelar la
verdad de Dios y la verdad del hombre habría de hacer de él un testigo, es
decir un “mártir”.
•
“Escucha mi voz”. El pueblo de Israel había sido exhortado muchas veces a
escuchar la voz de Dios. Pero Jesús es la palabra última y definitiva de Dios.
Los que escuchan su voz forman ese nuevo reino de la vida y de la justicia, del
amor y de la paz.
- Señor
Jesús, como los Magos te buscamos como rey. Como Pilato comprendemos que la
cruz es tu verdadero trono. Queremos escuchar tu voz y acoger tu palabra para
dar testimonio de tu verdad en este mundo nuestro. Bendito seas por
siempre, Señor. Amén
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