«¡El Señor llega! ¡Es ahora cuando comienza el éxodo! -se puso a anunciar el profeta teólogo-; es ahora cuando vamos a ser conducidos a nuestra casa, a nuestra tierra, a través de un desierto florecido e inundado de manantiales. Olvidad los viejos nombres de Sión —"afligida", "abandonada", "desconsolada"— y recibid de la mano de vuestro Dios el nombre nuevo que os ofrece como la diadema de una novia. ¡Salid de Babilonia!» Había dado con la clave de un lenguaje que hablaba al corazón y despertaba esperanzas adormecidas. Muchos lo tomaron por loco y siguieron en sus asuntos; pero otros se decidieron a emprender con él la aventura de volver a su tierra, empujados por la esperanza contagiosa de aquellas palabras. Y salieron de Babilonia.También nosotros necesitamos (y ésa es la pedagogía del Adviento) volver a escuchar un lenguaje dinámico como fue el del Segundo Isaías: tenemos que despertar del letargo que nos atornilla en nuestras Babilonias y ponernos en estado de alerta ante la noticia gozosa de que el Dios lejanísimo a quien creíamos «en paseo galáctico» planta su tienda junto a la nuestra, se hace como un hombre cualquiera y llama a nuestra puerta para cenar en nuestra mesa. Y todo eso no es un «sueño feliz», afirman los testigos que vieron, oyeron y tocaron la Palabra de vida.
Dolores Aleixandre
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