TENEMOS NECESIDAD DE HUMANIDAD



¡Cuánta necesidad tenemos de humanidad! ¡Y qué incapaces somos de verla, de entenderla, de descubrirla, de tocarla hoy! Porque la falta de humanidad nos rodea y nos invade con sus rostros de violencia y de indiferencia. O también la falsa humanidad, que es una de las formas más sutiles y peligrosas de corromper la humanidad.

Pero la humanidad existe, cuando hay amor por el hombre. De hecho, es esto lo que nos falta muchas veces: amor por el hombre verdadero. Amor capaz de decir un "sí" pleno a nosotros mismos y a nuestro prójimo, a nuestra humanidad herida, débil, cansada, incapaz de afrontar los problemas que nos agobian. Nosotros tan pequeños y los problemas tan enormes. Multitudes de pobres que llaman a nuestras puertas y nosotros, ricos e incapaces de acogerlos. Situaciones morales nuevas, inéditas, ante las cuales no sabemos qué decir, que juicio emitir. Estructuras sociales y eclesiales que deben reinventarse. Y nosotros, tan limitados y tan incoherentes ante una responsabilidad de este calibre. Es sobre todo esta tristeza que sutilmente se insinúa entre nosotros, hasta el punto que resulta difícil esconderla detrás de las luces de colores y de luminosos decorados intermitentes. Incluso los bienes de consumo, después de habernos agotado, nos cansan y nos vuelven torpes. Nos despertamos solo cuando de repente se desata la violencia. Entonces nos viene el miedo y nos defendemos. Pero el miedo es una pasión fría, que paraliza y nos encierra en nosotros mismos.
Es aquí donde nos sales al encuentro, en este ceder el terreno sobre el que nos apoyamos. El Señor viene a resolver nuestros problemas o a cumplir nuestros deseos, porque no eres un cuento, sino una historia, es más, la Historia en la que viven y se mueven nuestras historias. Tú eres Quien nos acompaña, Quien se hace camino, verdad y vida. Y es de esto de lo que tenemos necesidad: una vida que hay que recorrer; una verdad que hay que redescubrir siempre de nuevo; una vida que hay que acoger, proteger y amar. Todo esto nos lo estás dando ahora, naciendo en medio de nosotros. Si somos capaces de recibirte, de recibir de tus manos lo que eres, no seremos ya los mismos: seremos hombres nuevos, hombres que caminan sin cansarse, que mantienen la mirada fija sobre la verdad, que saben discernir los signos de la vida y poner en ellos la esperanza. ¡Haz, Señor, que se cumpla en nosotros el milagro de la Navidad, que tu Nacimiento sea también nuestro Nacimiento!

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