Dios está pendiente del mundo, de la vida, de los hombres y de la historia. Es decir, Dios me conoce, me sigue l...a pista, no tiene miedo a mi debilidad ni a mi humanidad. Al contrario, se hace a mí para emprender el proyecto de salvación. Dios no teme mi pequeñez: se vale de ella para que yo actúe de forma salvífica.
Al ver la fragilidad del recién nacido en el pesebre estamos llamados a contemplar nuestra propia pequeñez. Y a sentir y gustar internamente el amor de Dios, que nos llama a más amarle y seguirle desde lo pequeño y frágil que somos. Sin miedo. Para así hacer redención.
Al ver la fragilidad del recién nacido en el pesebre estamos llamados a contemplar nuestra propia pequeñez. Y a sentir y gustar internamente el amor de Dios, que nos llama a más amarle y seguirle desde lo pequeño y frágil que somos. Sin miedo. Para así hacer redención.
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