Para quien nunca ha tenido contacto con el dolor o el sufrimiento, la compasión puede resultar una palabra vacía de sentido.
Compasión es la traducción de la palabra griega συμπάθεια, es decir, “sentir-con”, “dolerse-con”. Jesús tenía compasión de los enfermos y adoloridos, de las personas que sufrían y padecían males en cuerpo y alma. Se dolía con el dolor del hermano.
Desde la cruz, el mismo Señor se hace compasión de la humanidad entera que aún hoy sigue sufriendo.
Acercarse al sufrimiento del otro es dejar que su dolor se convierta, por amor a Cristo, en el propio dolor, tal y como sugiere San Ignacio en la petición de la Tercera Semana: “demandar […] dolor con Cristo doloroso, quebranto con Cristo quebrantado, lágrimas, pena interna de tanta pena que Cristo pasó por mí”.
Pidamos al Señor, que se hace cercano a nuestro sufrimiento, por todos nuestros pueblos crucificados, en especial, por aquellos que sufren las catástrofes naturales.
E Ignaciana
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