EL PAPA EN MYANMARM Y BANGLADESH


El Papa Francisco inició el vigésimo primer viaje de su pontificado en las periferias de Asia, dos países de minoría cristiana, pero vibrantes en la fe y de especial esperanza para el cristianismo en esa parte del mundo al que se le ha llamado la "última frontera" y hacer realidad el eventual deseo de pisar China para derribar el telón de bambú.

Francisco acogió la invitación de líderes y de los episcopados de Myanmar y Bangladesh, dos países que afrontan graves crisis humanitarias por las sistemáticas limpiezas étnicas y desplazamientos.

No se tenía previsto encuentro oficial alguno a la llegada del Papa; sin embargo, Francisco se reunió con el general Min Aung Hiaing, Jefe de las Fuerzas Armadas. De acuerdo con las fuentes oficiales, el militar sería quien tomó la iniciativa de reunirse con el Papa en la casa del Arzobispo de Yangon, el cardenal Charles Maung Bo, prelado quien habría recomendado al Papa Francisco tener en cuenta tres hechos importantes en torno a la visita: El encuentro con el general Min Aung Hiaing, evitar el término del clan rohingya y el diálogo interreligioso entre budistas, musulmanes, cristianos e hindúes.

El principal problema en esta zona del mundo está en la persecución y limpieza étnica de minorías. 

Según Amnistía Internacional, desde agosto pasado, 150 mil personas del clan rohingya han sido desplazadas hacia Bangladesh. Son minoría musulmana la cual sufre la respuesta atroz de las fuerzas armadas regulares ante las acciones del Ejército.

La violencia es azuzada por los líderes budistas fundamentalistas. En 2012, las tensiones entre clanes budistas y musulmanes derivaron en serios disturbios que provocaron el desplazamiento de esa minoría.

Sin embargo, la persecución no es contra los musulmanes exclusivamente. Un informe de OpenDoorsUsa.org señala que las minorías cristianas sufren agresiones y represión de células radicales.

El único clan cristiano mayoritario en Myanmar son los Chin con cerca del 90% de su población heredera de la evangelización traída por los misioneros jesuitas particularmente. No obstante, la garantía de ser cristiano no es suficiente en un estado budista que también los ha perseguido sometiéndolos a trabajos forzados, esclavitud y malos tratos a manos del Ejército nacional.

El aislacionismo oficial y la cruel represión de los cristianos Chin hacen que esa región sea de las más pobres en Myanmar. De acuerdo con la información de pastores y misioneros, el 73% de sus habitantes viven por debajo de la línea del bienestar. En muchos casos, por ejemplo, las familias se ven obligadas a vender a sus hijas a los rebeldes para salvarlas ocasionando rupturas y conversiones forzadas.

Los católicos son de los clanes karen y chin. De los 51 millones de habitantes, sólo 700 mil son fieles al catolicismo.

Este es el viaje apostólico del Papa a las periferias de la persecución donde los creyentes en Cristo también sufren. A pesar de las tensiones y amenazas de grupos budistas, el gesto de reconciliación será como un vaso de agua fresca frente al fuego del odio.

Francisco es el hombre capaz de provocar el cambio en estas agresiones contra el ser humano y sus actos cautivan al espectador más ajeno que en nada podría importar la visita del Pontífice a esos confines. Por lo pronto, los corresponsales y prensa de Myanmar quedan prendados de la sencillez de Francisco cuando usa los austeros vehículos a los que nos tiene acostumbrados durante sus viajes apostólicos: Ya le llaman el “Divino Toyota” de color azul como emblema de paz. “El Toyota es la perfecta respuesta al obsesivo estatus de poder de líderes del sureste asiático… ¿Podrán seguir su ejemplo?

Periodista Digital

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