Por encima del hombro
la mirada impasible,
la distancia insalvable,
el muro de silencio,
el desprecio inclemente.
Por encima del hombro
la soberbia crecida,
la condena sin juicio,
el gesto de reproche,
la visión sin historia.
Hay que darse la vuelta,
y mirar frente a frente,
rostro a rostro,
para descubrir
en las lágrimas ajenas
las propias tormentas.
Hay que desarmarse
de razones y leyes,
para cargarse
de humanidad y evangelio.
Y entonces, entre errores
y nuevos proyectos,
levantarse unos a otros
hasta volar de nuevo.
(José María R. Olaizola, sj)
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