Cada uno de nosotros tenemos cada día la oportunidad de hacer escuchar nuestra voz. Es necesario levantar nuestra voz para invitar a ver las cosas desde otro punto de vista, para transgredir esos discursos que esta cultura en la que vivimos nos quiere transmitir y que tan infelices nos están haciendo. Es necesario tomar conciencia de que, si renunciamos a nuestra voz, renunciamos a defender nuestra manera de ver las cosas, a proponer que hay otra manera de vivir desde la entrega.
Por todo ello utilicemos nuestra voz sin complejos pero con el máximo respeto, siendo capaces de exponer nuestro camino con la misma fuerza con que nos dicen que no nos compliquemos la vida porque no merece la pena.
Y en todo ello tenemos como referencia y estímulo a Jesús. Él no quiso renunciar a su voz a pesar de las dificultades y de las reticencias. Y así, su voz se convirtió en una invitación a replantearse el orden de las prioridades, en la voz de las minorías, en la voz que sanaba y levantaba a los que nadie escuchaba y capacitaba, en la voz que ayudaba a descubrir que la persona está por encima de todo y que nuestra voz siempre tiene que estar a favor de la vida.
Por todo ello no renuncias a tu voz, no renuncies a enriquecer tu entorno con tu voz, porque voces concretas, en momentos concretos, harán una vida concreta.
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