REGALOS QUE NO SE PUEDEN CAMBIAR

Pasado ya el tiempo de compras navideñas y metidos en la dinámica de rebajas, pensaba estos días en la fórmula que han encontrado para que un regalo nunca sea un 'chasco': el ticket regalo. Como invento comercial es estupendo: en caso de que la talla no sea la adecuada o no sea el regalo indicado, es una solución que a casi todos deja contentos.

Sin querer criticar a los tickets regalo, me hacía pensar la diferencia entre un regalo de una gran superficie comercial con uno de esos regalos que casi sólo sirven para esa persona que tienes en la cabeza. La diferencia entre el regalo 'solución' y el regalo que con cariño piensas o encuentras en una tienda perdida de tu ciudad y que sabes que no tiene devolución porque es único, porque no falla. La diferencia entre el ticket regalo, o la lista de bodas, y esa «joya», que puede valer poco dinero, pero tiene un valor infinito. Es la diferencia entre hacer un regalo y hacer un REGALO.

Si digo esto es porque a mí me pasa. Muchas veces, prefiero no pararme a pensar con calma y cariño el regalo de mi madre por su cumple o el regalo para unos amigos por su boda. Al final, atajamos comprando casi cualquier cosa y dejándole un ticket regalo por si acaso, sin darnos cuenta de que ha sido una oportunidad perdida para mostrarles el cariño que les tenemos, de dedicarles un poquito más de tiempo para hacerles el mejor regalo posible. Y todos sabemos que los mejores regalos no son sinónimo de dinero, sino de aquello que puede hacer más feliz a los que tenemos cerca.

Esta es la tensión que me habla de magis (más), de poder hacer las cosas bien regalando cualquier cosa; o de hacerlas mucho mejor dejando de lado las rebajas de la entrega y centrándome en darme. Ojalá que nuestros REGALOS sean con mayúsculas este 2018.

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