SEMANA DE ORACIÓN POR LA UNIDAD DE LOS CRISTIANOS

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Se nos invita a ver en la semana de oración por la unidad un tiempo de gracia en el cual, inspirados por la gesta liberadora de Dios, que arrancó a su pueblo de la esclavitud para llevarlo a la meta de la tierra prometida, no desfallezcamos en las pruebas que hemos de pasar camino de la unidad deseada de la Iglesia. Los israelitas reconocieron que solo Dios fue el verdadero protagonista de su libertad, y por eso el cántico de María, la hermana de Moisés, tras el paso del Mar Rojo, lo celebra exultante de gozo: «Fue tu diestra quien lo hizo, Señor, resplandeciente de poder» (Ex 15, 6).

También ahora el logro consumado de la unidad de la Iglesia solo puede venir de Dios. No puede ser obra nuestra, aunque no se alcance sin nosotros, porque Dios quiere nuestra colaboración con este empeño que es voluntad de Cristo. Jesús oró al Padre en la noche de la última Cena con la intensidad emocional y el anhelo de la despedida por la unidad de sus discípulos: «Te pido, Padre, que todos vivan unidos. Como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, que también ellos estén en nosotros. De este modo el mundo creerá que tú me has enviado» (Jn 17, 21).

Solo la permanencia en Jesús y, por medio de él, en Dios Padre, don que hace posible el Espíritu Santo, puede darles a los cristianos la unidad que puede hacer visible a los ojos del mundo el misterio de comunión que es la Iglesia, que hunde sus raíces y se alimenta de la comunión trinitaria del Padre, Hijo y Espíritu Santo. Los cristianos necesitamos de aquella unidad que haga visible el amor de Dios por el mundo, un amor tan desconcertante que embarga de admiración al cantor del pregón de la vigilia pascual, que exultante de gozo anuncia la victoria de Cristo sobre la muerte cantando: «Esta es la noche en que, / rotas las cadenas de la muerte, Cristo asciende victorioso del abismo. ¿De qué nos serviría haber nacido / si no hubiéramos sido rescatados? / ¡Qué asombroso beneficio de tu amor por nosotros! / ¡Qué incomparable ternura y caridad! / ¡Para rescatar al esclavo entregaste al Hijo!».

Mensaje de los Obispos de la Comisión Episcopal de Relaciones Interconfesionales

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