VOCACIÓN HUMANA Y VOCACIÓN DE LA FE

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El hombre no tiene sino una vocación fundamental, que es la de ser hombre. Dios, al crearnos en el mundo, no ha querido otra cosa que nuestra realización como personas en medio de los demás para que podamos llegar a ser hijos suyos, a su imagen y semejanza. «Ser hombre», es nuestra vocación. Decimos que es «ser hombre», lo cual nos indica que no nacemos ya hechos, logrados, sino que tenemos que «llegar a ser hombre». Nuestra vida es un proyecto posible y esa llamada a realizarnos en nuestra vocación básica.
Esta vocación para llegar a ser hombres en el mundo está explicitada por nuestra vocación a la fe. La fe es el descubrimiento del plan de Dios sobre el hombre y la aceptación de la presencia del mismo Dios en la realización de nuestro proyecto, como la oferta de una salvación. No es fácil realizarse como hombre. Obstáculos insuperables surgen en nuestro camino. Por unos y otros la vida no es una ocasión, sino una zancadilla que nos abate. Hemos llegado a desdibujar la imagen del hombre de tal manera, que nuestro propio sentido y destino se nos han perdido. ¿Acaso no estamos todos perdidos? ¿No veis cómo el mal se está proponiendo como bien; cómo la injusticia es justicia; la explotación se llama servicio a los explotados? Lo que destruye está reconocido como constructivo; a nuestra muerte verdadera se le llama vida (cfr. Rom 1, 18-2, 1ss.).
Teniendo una clara vocación inicial, andamos desorientados. La llamada de la fe intenta hacernos salir de esta situación. «Vete de tu tierra… a la tierra que yo te mostraré. De ti haré una gran nación» (Gén 12, 1-2). Esta vocación que experimentó el primer creyente, se repite en todos nosotros. contra toda evidencia se nos anuncia que hay una tierra nueva, que es necesario hacerla surgir, haciendo un camino alentado por la confianza en la promesa.
Esta es la vocación fundamental, radical. Se confunde en la situación actual, con la conversión. El que esta vida la realicemos solteros o casados, siendo ministros de la comunidad o fieles, perteneciendo a una institución religiosa o no, es una situación que concreta, de un modo importante, nuestra vocación fundamental de creyentes. En cualquier situación debemos vivir nuestra vocación de hombres según el plan de Dios. Tanto que si en algún momento el estilo de nuestra vida, por mil causas impidiera nuestra realización personal, tendríamos que cambiar. Y esto será un culto agradable a Dios.
A de Pastoral

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