Hablar de mi vida consagrada es hablar de Dios en mí, de su trabajo en mi persona y a través de ella. Es bucear en un mar de dones y de pobrezas, sentir que mi vida no tiene sentido pleno si no es a su modo, con Él y para Él. Y afirmar esto con rotundidad es también compartir el “para” de mi vida. Desde joven el Señor me lo ha ido descubriendo y cada año adquiere una tonalidad diferente, lo va matizando, aunque la esencia es la misma: anunciar el reino de Dios y denunciar las injusticias como Él, con la vida y con misericordia.
La imagen que lo simboliza es la de un altavoz que sabe de mis incoherencias, del mal en el que me sumerjo tantas veces, pero que conoce también los dones que el Señor me ha regalado. Así, le entrego mi persona, mi libertad, mi voluntad para que Él haga lo que desee, todas mis energías para «el bien de los prójimos».
En este momento, soy enviada al mundo de la comunicación para intentar sacar lo mejor de cada persona con la que me relaciono. Pero en otros momentos estaré allí donde se necesite. El caso es “ir”, no quedarse. Siento fuerte la llamada a caminar con otros, a compartir mi vocación con otras personas, a crecer juntos, a tener proyectos comunes que multipliquen el Reino. Hoy el anuncio y la denuncia se puede hacer con la palabra, pero, sobre todo, con la vida.
SILVIA ROZAS BARRERO
Congregación Hijas de Jesús
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