EL PRECIO DE UN LIKE




Hace unos días una mujer mataba involuntariamente a su novio mientras grababan un vídeo en directo. Internet está lleno de virales con retos tan peligrosos como estúpidos y la última ocurrencia nos lleva a Barcelona, donde una adolescente ha sido rescatada por los Mossos al colgarse de la viga de un edificio a 40 metros de altura. Todo este riesgo con un único objetivo: conseguir “likes”, comentarios y miles de seguidores. El peligro en estos casos suele ser inversamente proporcional al sentido común -en muchos casos casi inexistente-.

Lo fácil es criticar nuestra cultura audiovisual, un mundo donde la imagen, las redes y el qué dirán pesa demasiado. Pero no seamos ingenuos, esto lleva ocurriendo desde el principio de los tiempos. Muchos de los hitos y acontecimientos de la historia, el arte o el deporte tienen que ver con gente que buscaba dar que hablar, comentarios y ríos de tinta. Lo que antes era honor, fama y reconocimiento, ahora son “likes”, followers y reproducciones en Youtube. Los medios cambian y tienen cada día más fuerza y las ocurrencias también, pero no por ello podemos decir que el afán de protagonismo sea una epidemia solo de nuestra tiempo.

Es necesario educar a los jóvenes -y a muchos mayores- en el uso de las redes y de la tecnología, pero esto por sí solo no soluciona mucho ni ataja el problema de raíz, al fin y al cabo la imaginación del ser humano es ilimitada. Quizás el problema es más profundo y pasa por formar identidades sólidas. Necesitamos de los otros para descubrir quiénes somos realmente. Pero no por comentarios en las redes, sino por cómo nos relacionamos y nos entendemos a nosotros mismos. Caminos que nos ayuden a descubrir que somos importantes, que nuestra dignidad es intocable y que nuestra vida tiene un valor incalculable, porque una foto, un vídeo o un perfil nunca vale más que una persona. En nosotros siempre estará la tensión entre el ser y el parecer, ojalá no perdamos la batalla ante nuestra imagen descubramos que es más importante lo que somos que lo que hacemos.
Alvaro Lobo, sj

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