Muerto en el yeso muerto, hablas, vivo, y convocas nuestras vidas, Señor Crucificado. Entre el cielo y la tierra, distendido, Tú reinas, bajando en un abrazo sobre todo castigo, echado en un lamento contra toda esperanza, volando en la victoria conquistada en la muerte. Guitarra, tus costillas, grito y canto. Manos y pies, clavados y en camino. Caída, en alta dádiva, la fraterna cabeza. Amor inapelable, más fuerte que la muerte. ¡Jesús Crucificado!
Pedro Casaldáliga
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