“Junto a la cruz de Jesús estaban su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena. Jesús viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su madre: “Mujer, ahí tienes a tu hijo”. Luego dice al discípulo: “Ahí tienes a tu madre”. Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa” (Jn 19,25-27).
María despliega lo mejor de su ser de mujer estando cerca de Jesús crucificado. María, como tantos, se pone en lugar del que sufre. Jesús es la cruz de su cruz. María, estando junto a la cruz, oye la palabra de amor más fascinante que se ha dicho en la historia y se le hace grande el corazón, le nace una vocación de maternidad para toda la Iglesia. Junto a la cruz empiezan a asomar las señales de la vida. La casa del discípulo, la Iglesia, se hace casa de acogida y de comunión. Allí es acogida María, allí están todos los que se ponen junto a la cruz y, por eso, son presencia comprometida de Dios con el mundo.
“La nueva maternidad de María, engendrada por la fe, es el fruto del nuevo amor, que maduró en ella definitivamente junto a la Cruz por medio de su participación en el amor redentor del Hijo” (RM, 23). “En la Cruz, María se convirtió también en Madre de la Iglesia, indicando a todos el camino que conduce al Hijo."
Cipe
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