Canta el mirlo en esta mañana eterna, en la copa de un árbol casi desnudo, lenta primavera, aún aterida por los rigores de un invierno prolongado. Canta el mirlo y mi corazón se llena de alegría, un caudal interno que goza mis entrañas y aletea mi corazón. En el canto del mirlo, Señor de todas las criaturas, estás tú cantando. Su canto me anuncia tu resurrección. Alegraos en el misterio de la vida renovada. Verdaderamente has resucitado, Señor de la vida, ¡aleluya!
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