ORAR CON MARÍA

FOTOEstamos otra vez en el Principio
y nace el mundo, nuevo, del seno de tu Gracia,
hermosamente grande y sin fronteras.
¡Que callen los profetas fatídicos!
Cabemos todos juntos, hermanos,
en la mesa que el Padre ha abastecido.
¡Que calle todo miedo para siempre!
Estamos otra vez en el Principio
y ha empezado tu era:
¡Por derecho de Madre tú patentas
la luz amanecida! (Pedro Casaldáliga)


 Proclama mi alma la grandeza del Señor. Se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. El hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia, -como lo había prometido a nuestros padres- en favor de Abraham y su descendencia por siempre" (Lc 1,46-56).
 Dios es alegre. Y el diálogo con él, también. La alegría se refleja en las canciones que acompañan la vida de cada día. El canto del Magnificat es el espejo del alma de María. Y en el alma lleva grabadas la ternura y la compasión de Dios hacia los más pobres.
    La alegría la encontramos en lo más profundo del manantial, donde Dios es Dios. María se abre al misterio de Dios y es tanta la alegría que siente al ver cómo es Dios que no puede hacer otra cosa que cantar con júbilo. Su canción es una gran noticia para toda persona.

    La canción es como un resplandor de profecía para el mundo. Dios toca las heridas y las sana. A María Dios la ha mirado en su pequeñez, ha tocado y besado su pobreza. En ella se anuncia la buena nueva del Evangelio, se adelantan las bienaventuranzas de Jesús.

    Cipecar



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