Vio Jesús al pasar a un hombre llamado Mateo, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: «Sígueme.»
Celebrar la fiesta de san Mateo es darnos cuenta, según esta Palabra que acabamos de escuchar, que el mensaje de Jesús, y desde luego la salvación que obró es dada para todos. No hay nadie, por pecador que sea, que esté excluido del amor y la misericordia de ´Dios.
Él se levantó y lo siguió. Y, estando en la mesa en casa de Mateo, muchos publicanos y pecadores, que habían acudido, se sentaron con Jesús y sus discípulos. Los fariseos, al verlo, preguntaron a los discípulos: «¿Cómo es que vuestro maestro come con publicanos y pecadores?»
Celebrar la fiesta de san Mateo es darnos cuenta, según esta Palabra que acabamos de escuchar, que el mensaje de Jesús, y desde luego la salvación que obró es dada para todos. No hay nadie, por pecador que sea, que esté excluido del amor y la misericordia de ´Dios.
Jesús no lo condena, por el contrario, se acerca con amor a y lo invita a ser parte de los once, del grupo más cercano a él, del grupo de sus amigos.
Celebrar la fiesta de san Mateo es darnos cuenta, que el mensaje de Jesús, y desde luego la salvación que obró en él, es dada para todos. No hay nadie, por pecador que sea, que esté excluido del amor y la misericordia. Mateo «sintió en su corazón la mirada de Jesús que le contemplaba. Y aquella mirada es también un rostro» que «le cambió la vida. Nosotros decimos: le convirtió». Después hay otra acción descrita en la escena: «En cuanto sintió en su corazón aquella mirada, él se levantó y le siguió». Por esto el Papa hizo notar que «la mirada de Jesús nos levanta siempre; nos eleva», nos alza; nunca nos «deja ahí» donde estábamos antes de encontrarle. Ni tampoco quita algo: «Nunca te abaja, nunca te humilla, te invita a alzarte», y haciendo oír su amor da el valor necesario para poderle seguir.
Papa Francisco
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