Consecuencias positivas de asumir la muerte como parte de la vida:
La primera es que la muerte nos hace vivir agradecidos: cuando tomamos consciencia de la muerte, nos damos cuenta de que estar aquí es un verdadero milagro que no nos merecemos, y que cada instante aquí debe ser vivido como un regalo y aprovechado, porque no sabemos cuándo se acabará.
La primera es que la muerte nos hace vivir agradecidos: cuando tomamos consciencia de la muerte, nos damos cuenta de que estar aquí es un verdadero milagro que no nos merecemos, y que cada instante aquí debe ser vivido como un regalo y aprovechado, porque no sabemos cuándo se acabará.
La segunda es que la muerte pone las cosas en su sitio: la muerte descoloca, sí, pero también recoloca. Recoloca porque nos hace darnos cuenta de qué es lo importante en nuestra vida y lo que de verdad merece la pena. Recoloca cómo nos relacionamos, cómo usamos las cosas, el dinero, nuestra soledad, etc.
Y por último, la muerte nos ayuda a tomar decisiones y a comprometernos. San Ignacio de Loyola en los Ejercicios aconseja, como criterio para decidir, imaginarse justo antes de morir, «en el artículo de la muerte», y pensar qué decisión le gustaría haber tomado. Esa decisión lleva irremediablemente a un compromiso de por vida, puesto que el ejercitante se hace consciente de que la vida pasa, y pasa rápido, y no quiere quedarse a merced de sus apetencias sino que decide poner toda su vida en un proyecto que le dé sentido y lo implique totalmente.
Pedro Rodríguez Ponga
No hay comentarios:
Publicar un comentario