EDUCACIÓN CON CIMIENTOS DE ARENA


Esta semana hemos podido conocer algunos de los cambios que implica la próxima modificación de la ley educativa en España. Por supuesto, para variar habrá menos religión y más problemas para la concertada. Pero quizás la mayor novedad ha sido que se podrá expedir el título de Bachillerato con una asignatura suspensa. Una medida sorprendente, que llega en medio de la polémica sobre la pobre ortografía de muchos opositores, y en el mismo curso en el que algunas universidades están en tela de juicio por facilitar títulos de aquella manera. Tenemos indicios más que suficientes para intuir que la solución a esta enfermedad crónica no pasa por suavizar el nivel.

Creo que es bueno ayudar a las personas con más dificultades –ya sean intelectuales, sociales o económicas entre otras– y evitar el fracaso escolar, que lleva a mucha gente a quedarse en la cuneta y a complicarse el futuro. Y probablemente haya muchas mejoras pendientes en la educación, en cómo se enseña, en un cambio de modelo, en la innovación, en buscar pedagogías más participativas... en fin, muchas cuestiones de las que se habla con frecuencia. Pero facilitar el camino no debe ser sinónimo de rebajar la exigencia, porque de esta forma cristalizamos la mediocridad y engañamos a propios y extraños. El buenísmo en cualquiera de sus variables es una tentación para la gente de buena voluntad –consciente o inconscientemente–. En este caso, la norma tiene varios daños colaterales. Primero, el que pone la norma queda como bueno, pero en cambio los educadores, que son quienes tienen que lidiar en el aula, van perdiendo herramientas para exigir. Segundo, esto también desmotiva a los que hacen las cosas bien, pues de alguna manera se infravalora su trabajo y no estimula el interés sano. Tampoco ayuda a la propia persona beneficiada porque le hará peor profesional y partícipe de un show poco serio. Y por último al propio método, pues irá perdiendo credibilidad y vigor paulatinamente.

Las personas que llegan lejos en la vida –e incluyo todas las disciplinas– lo han hecho a base de sudor, horas de trabajo y, en ocasiones, algunas lágrimas. Un sistema educativo que huye de estas variables es un edificio construido sobre arena, porque la vida tiene una parte de sufrimiento que debemos aceptar. Ojalá encontremos entre todos caminos para ayudar al que más lo necesita, pero que esto no sea menoscabo para ahorrar esfuerzo a base de tomar el camino más corto y huir de los límites. El sacrificio, el fracaso y la superación no son plato de gusto, pero sí ayudan a forjar personas y esta es la misión de la educación.

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