La discípula que acoge la Palabra, la rumia en su interior y nos enseña cómo esperar al Señor. La madre que nos cobija y adentra en los misterios de Dios, donde nace la Iglesia, hermosa, sin mancha ni arruga.
En este Adviento abrimos las manos para acoger la Luz de Cristo, el Hijo de María, el Salvador de la humanidad, y a de María, la mujer nueva, la discípula, que nos señala a Jesús.
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