María nos abre caminos de alegría y de solidaridad.
María nos enseña a amar con ternura entrañable, a sufrir con serenidad, a servir con alegría, a esperar contra toda esperanza, a gustar la alegría del Espíritu.
María nos acompaña en el camino de la Pascua y nos enseña a sentirnos pobres y felices, serenos y fuertes, alegres y llenos de esperanza, para gritar: ¡Resucitó de veras, mi amor y mi esperanza!
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