Todo el Evangelio testimonia que Jesús era "el hombre vuelto hacia
Dios". El enviado del Padre. No tiene quereres personales: está sólo para
hacer la voluntad del Padre. Jesús es la expresión viviente y la encarnación
de esta ternura de Dios de que habla el salmo 144, El es aquel "que
sostiene a los que caen y levanta a los agobiados".
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