SU RECUERDO SIEMPRE VIVO ENTRE NOSOTRAS


Hoy recordamos a María Ana y su legado carismático en estos momentos de reestructuración para ser fieles al carisma recibido de ella y las primeras hermanas.

Quizás nos ayude reflexionar este artículo publicado en la Revista Vida Religiosa,

Tras tres años con Él vuelven a su vida de antes; regresan a pescar como si no hubiera pasado nada.

Cristo pierde el tiempo en buscarles. Se va a Galilea para recuperarles. Todos los que han regresado a su vida anterior son significativos: los hijos de trueno -que decían poder beber del cáliz que Jesús iba a beber-, Pedro -el que le había negado-, Bartolomé -en cuyo pueblo Jesús había convertido el agua en vino-, Tomás -al que se le habían dado las pruebas de los clavos-, y Juan -el que lo relata-.

Cristo se hace presente para liberarles de su pasado. Ellos se habían vuelto a pescar por invitación de Pedro. Un Pedro que todavía andaba con la herida abierta por haber dado la espalda a Jesús. Él, desanimado, desanima a los otros y les hace mirar al pasado.

Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla. Lo había visto -según el mismo evangelio-, dos veces antes y, sin embargo, no lo descubren porque no lo esperan. Ha quedado en su pasado y ahora Él está en el presente. No lo reconocen… ¿Y yo?

El caso es que el Señor, para volver a centrarlos, les pregunta: -«¿tenéis pescado?» Ellos, como aquella primera mañana en la que fueron invitados a ser pescadores de hombres, tienen que reconocer que no. Y es que el desánimo y la desesperanza no producen nada.

En nuestra vida, cuando abandonamos al Señor pensando que está en el pasado, se hace la noche y la oscuridad. Somos incapaces de percibir nada, de reconocer a nadie. Y por eso, volvemos a las tareas de la vida porque no nos queda otra. Y no hay pescado.

«Es el Señor». Igual que la mañana de Pascua, ante la tumba vacía, es Juan quien lo reconoce. Y de la misma forma, es Pedro el que se lanza hacia Cristo: «se ató la túnica y se echó al agua”. Llama la atención el hecho de que «estaba desnudo» en la barca y se viste para tirarse al agua. Porque uno suele hacer lo contrario: quitarse la ropa para nadar. Pero claro, Pedro estaba desnudo como Adán por el Paraíso tras desobedecer al Creador. Pedro había negado a su Señor y estaba desnudo; a la intemperie. Por eso, al darse cuenta de que Cristo estaba antes Él, se viste, se ciñe, se prepara.

Los demás discípulos se acercaron a la orilla, en la seguridad de la barca remolcando la red con los peces. Porque todos no son Pedro ni Juan: unos ven y otros creen para que los demás aprendamos.

«Jesús les dice: – «Vamos, almorzad,» Y Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado».

Fue la tercera vez. Luego vendrán las tres preguntas a Pedro. A la tercera… la vencida.

Manuel Romero


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