
Cuando abro el cofre de mi vida surgen rápidamente cientos de rostros de personas con las que recorro el camino y me atrevo a tejer sueños y utopías.
Hay rostros de personas que en medio del dolor y la enfermedad reclaman atención y consuelo; hay rostros de hombres y mujeres que han tenido que huir de su tierra y de su patria por esta locura humana que se llama guerra; hay rostros de jóvenes a quienes el futuro se les resiste; hay rostros de hombres y mujeres que se lanzan a la mar buscando una oportunidad para que sus sueños de dignidad les despierten de la pesadilla generada por la falta de oportunidades en sus países; hay rostros de personas que quieren buscar algo que le dé sentido a su vida y les lance a la aventura de construir un mundo distinto al que tenemos ahora... veo muchos rostros.
Abro ahora el cofre de mi corazón y me encuentro con la persona que llenó, llena y seguirá llenando mi vida de sentido: Jesús de Nazaret y su proyecto de humanidad que él llama Reino. Su mirada, su palabra y su cercanía espolean mi indiferencia y me invitan a compartir con otros la experiencia que para mí ha sido decisiva de tal manera que, para ellas y ellos, a pesar del largo invierno de la existencia, se intuya la primavera de una vida con sentido.
Porque creo que la vida, desde el sentirme habitado por el Dios de Jesús tiene sentido, no puedo dejar de conocerlo, amarlo, seguirlo y comprometerme con su causa.
Serjesuita
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