Miré en el espejo,
y descubrí una ausencia.
No estabas conmigo.
No estaban tus manos
para mis heridas.
No estaban tus gestos
disipando miedos.
No estaba tu fuego
domando el invierno.
Me lancé a buscarte,
te echaba de menos.
Pregunté a las calles
si te habían visto.
«No está aquí»
dijeron.
Pronuncié tu nombre,
solo obtuve el eco
de mi angustia
y tu silencio.
Entonces, de golpe,
cuando más desvelo
rompía mis noches,
cuando la tormenta
bramaba en mi cielo,
comprendí que estabas.
Tú eras esa hambre
que me removía.
Eras el anhelo
llamándome lejos.
Eras la presencia
tras de mis nostalgias
El deseo vivo
de mesa y encuentro.
Eras la mirada
en ojos amigos.
Eras la palabra
garabateada
con letra insegura
en este cuaderno
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