Hoy más que nunca, estamos llamados a dar testimonio de alegría y de esperanza. Los desafíos y las dificultades no pueden quitarnos la paz. Como los apóstoles, el Señor Jesús nos llama y nos envía a dar una buena noticia, con la consciencia de que los peligros de la desolación y del miedo nos acechan. Es decir, Dios sabe que seguirlo, en cualquiera de las circunstancias, requiere de nuestra voluntad y de su gracia para cargar la cruz.
Pidámosle a Dios, entonces, los dones de saber discernir y de asumir las consecuencias de seguirlo. Soltemos el timón del barco y emprendamos el camino “sabiamente ignorantes”, como diría San Ignacio. No se trata de vivir sin rumbo, sino de estar atentos y libres a lo que el Señor nos va pidiendo en nuestra vida cotidiana. Dios sabe cómo guiarnos. Caminemos, discernamos y confiemos. El Espíritu del Padre nos llevará por el sendero correcto.
E Ignaciana
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