Al asomarnos a la vida de María descubrimos que toda ella fue una oración, porque orar es responder al amor de Dios y la vida de María fue una respuesta total. Siguiendo la pauta de los evangelios, destacamos algunos momentos.
Oración callada
En el silencio escuchó la Palabra, hasta el punto de ser llamada «la virgen oyente de la Palabra». Con su disponibilidad («Aquí estoy») se dejó hacer y se convirtió en la mujer construida sobre la gracia.
Vivió y guardó las cosas de Dios en el corazón, ese espacio original de la plegaria, allí donde habita el Espíritu de Dios.
Desde el don de Dios escudriñó los signos de los tiempos, interpretó y vivió los acontecimientos de la historia. «Avanzó en la peregrinación de la fe».
Todo lo vivió en medio del asombro y el estupor, que es propio de los humildes.
En el silencio le creció la vida por dentro, hasta convertirse en la palabra de salvación comunicada y ofrecida a todos. «Hay una criatura que conoció ese don de Dios, una criatura que no desperdició ni una sola partícula de ese don; una criatura tan pura y luminosa, que parecía ser la misma luz. Una criatura cuya vida fue tan sencilla y tan perdida en Dios, que apenas puede decirse algo de ella» (Isabel de la Trinidad).
Oración hecha vida
María es oración hecha persona. Lleva a flor de piel la inmensidad de Dios, el gozo de la salvación.
Camina hacia los otros con Dios dentro y extiende, como nueva arca de la Alianza, el gozo y la novedad del Reino.
Por ser adoradora del don de Dios puede ser comunicadora de los misterios de Dios, cuando encuentra en su prima Isabel un alma abierta a esos misterios.
Mira la vida con los ojos de Dios, descubre las necesidades de los novios, y todo lo convierte en una oración de amor por los demás (intercesión): «No tienen vino».
Oración eclesial
En el grupo de creyentes, en el centro de la Iglesia, se destaca la presencia de María, haciendo posible el nuevo nacimiento. «Los apóstoles perseveraban unánimes en la oración, juntamente con las mujeres y con María, la Madre de Jesús, y con sus hermanos» (Hechos 1,14).
En torno a María surge la unidad. Los que antes estaban enfrentados se unen ahora por el cariño y el cuidado de la madre.
Parece que no hace nada, pero está atenta a los detalles y anima la esperanza y la plegaria del grupo.
María es la mujer experta en el Espíritu. Una vez lo recibió a solas; ahora lo recibe junto con los hermanos de Jesús. Les ofrece su experiencia, su oración, su recuerdo de Jesús y su cariño.
Cipe
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