Salvo que pudiéramos ser honestos, por una vez, y dejarnos de discursos auto-exculpatorios para reformular la pregunta. Abandonar el: «¿de quién es culpa?» y mirar a la cara al: «¿qué puedo hacer yo?». Y sí, cada uno podemos hacer algo muy básico. Respetar y cuidar al máximo las medidas que se nos están pidiendo. Distancia social, mascarillas, higiene abundante, evitar el roce... También podemos exigir a quienes nos rodean que se comporten con la misma responsabilidad.
Hay que seguir la información y aprender del presente. Si la mayoría de contagios se están produciendo vinculados a una forma de ocio despreocupado, habrá que renunciar a lo que haya que renunciar, o adaptar nuestro ocio para poder vivirlo con cuidado y protección. Nunca el bien común estuvo en tantas manos. Y sí, evidentemente, esto no está reñido con exigir responsabilidades a otros, por la gestión y sus posibles deficiencias, o por comportarse como idiotas en algunas situaciones. Pero ahora mismo lo urgente, lo imprescindible, lo esencial, es que cada uno demos de sí lo que podamos. O si no, las víctimas –sanitarias, laborales, económicas– seguirán creciendo.

No hay comentarios:
Publicar un comentario