Dios no cae en la rutina después de las fiestas de fin de año. Para Él, cada día es una nueva oportunidad de hacernos libres para más amar. Se vale de la época de sembrina para ayudarnos a recobrar las fuerzas y el sentido de lo que hacemos. Pero, nos muestra que la vida cotidiana es el lugar propio para dar testimonio del amor concreto que viene de Él.
La manera de iniciar bien el año es, entonces, mantener la mirada centrada en Jesús. Es su Espíritu quien da testimonio en nosotros. Su gracia nos permite entrar en la dinámica de discernimiento, de contemplación, de esperanza, de consolación, de gratitud y de misericordia. Por tanto, pidámosle a Dios una mirada atenta para descubrir su novedad en lo cotidiano y, también, el don de testimoniar su alegría. Dios continua con nosotros.
E Ignaciana
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