En muchos momentos, nos podemos encontrar en situaciones en las que parece que el mundo que nos rodea nos pide continuamente tener más cosas. Estos apetitos nos empujan a olvidar lo que realmente es importante. El amor a Dios y a los demás. Cuando nos obsesionamos por realidades materiales que no son imprescindibles, podemos despistarnos en nuestro camino cristiano.
Por ello, el evangelio nos invita a vivir con sencillez. De esta manera, nuestra atención se centrará en aquello que de verdad nos anima a llevar una vida auténtica que está en comunión con Dios y con el prójimo. Preocupémonos de aquello que es realmente importante, de cómo vivimos el amor de Dios entre nosotros.
E Ignaciana
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