YO SOY LA VID VERDADERA Y MI PADRE ES EL LABRADOR

Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el labrador. No estamos solos. En la oración dejamos la ausencia y nos acercamos a Jesús, que está lleno de vida porque ha sido fiel al amor del Padre. Jesús nos hace confidencias profundas, vitales; nos invita a leer nuestra vida con una confianza llena de audacia en el Padre, el labrador, que sabe lo que nos hace falta. La confianza en Él no es despreocupación ni indiferencia, es conciencia de que somos amados incondicional y gratuitamente.
Vosotros estáis limpios por las palabras que os he hablado. Cuando las palabras de Jesús penetran en nuestro corazón y tocan las preguntas, los gozos y sufrimientos que llevamos dentro, se limpia nuestra vida, se despiertan la fe, el amor y la esperanza. En las palabras de Jesús se encierra la fuerza más poderosa que renueva nuestra vida; en ellas se recrea nuestra identidad.
Yo soy la vid y vosotros los sarmientos. En la oración silenciosa nos unimos a Jesús; más que hacer nosotros, dejamos que Él se comunique con nosotros. Su vida nos toca por dentro. La paz, que el Padre nos regala, puede más que todas nuestras inquietudes. La alegría del Espíritu nos llena y ahuyenta la tristeza.
El que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante. Jesús es fiel, siempre permanece con nosotros. Su mayor deseo es que, pase lo que pase, permanezcamos en Él. Necesitamos permanecer unidos a Él. Los sarmientos secos no dan fruto. Permanecemos con Jesús por medio de la verdad y del amor, gracias al Espíritu.

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