MINUTO DE ORACIÓN
El cristiano tiene una paz profunda, silenciosa, escondida, que el mundo no ve, como un pozo en un lugar apartado y umbrío de difícil acceso. Está a solas la mayor parte de su tiempo, y su condición real es la que tiene en esta soledad. Puede soportarse a sí mismo; puede, por así decirlo, alegrarse en sí mismo, pues se alegra en la gracia de Dios dentro de él, en la presencia del Consolador eterno. Encuentra agradable estar a solas en cualquier momento; puede reposar su cabeza en la almohada al acostarse, y reconocer ante la mirada de Dios, con el corazón desbordante de gozo, que no le falta nada, que tiene de todo y en abundancia, que Dios lo ha sido todo para él. Ciertamente necesita más santidad, más cielo, pero el pensar que puede tener más no es un pensamiento de desazón, sino de alegría. No perjudica su paz el saber que puede llegar más cerca de Dios...
El cristiano es alegre, sencillo, amable, atento, sincero y sin pretensiones; no hay en él pretextos ni disimulos ni ambiciones, porque no tiene esperanzas ni temores por lo que se refiere a este mundo. Es reflexivo, sobrio, discreto, circunspecto, comedido, indulgente, con tan pocas cosas en él que llamen la atención en su talante, que se le puede tomar fácilmente a primera vista por un hombre como los demás. Hay personas que piensan que la religión consiste en éxtasis o en discursos prefabricados. El cristiano no es de éstos.
Beato John Henry Newman
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