APRENDIENDO A ORAR


Ven pronto, amor,
aunque no quede piedra sobre piedra,
aunque el dolor me aterrorice,
aunque tiemble la tierra,
aunque el hambre y el frío
cubran mi rico mundo de miseria.
Ven pronto, amor,
que de ansiedad el alma me desvela.

Tengo mi lámpara encendida
y he llenado de aceite las alcuzas,
duerme la noche
y en mis labios florecen aleluyas;
toma mi mano,
elévame en los rayos de la luna,
cierra la puerta,
que no entren la tristeza y la amargura.

Clarines, cítaras, trompetas
te aclaman, mi Señor, Rey de los cielos,
retumban tierra y mar
y mi voz canta salmos con tu pueblo,
los ríos y los montes
aplaudan el encuentro,
y la paz, la justicia y la alegría
se instauran en la luz del nuevo reino.

Reclínate en el trono, bien amado,
que yo ungiré tus pies de peregrino
con esencia de azahar
del vergel renacido en el abismo.
Reclínate y descansa
en el jardín de amor de los olivos,
pues ha llegado el tiempo,
la predicción del cielo se ha cumplido.
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