ACUERDATE DE MI



 

 Según  el  relato  evangélico  de   hoy,   Jesús  ha  agonizado  en  medio  de las burlas y desprecios de quienes lo rodean. Nadie parece  haber entendido su vida. Nadie parece haber captado su entrega a los que sufren ni su  perdón a los culpables. Nadie ha visto en su rostro la mirada compasiva de Dios. Nadie parece ahora intuir en aquella muerte misterio alguno.
Jesús permanece callado, pero  no desciende de la cruz. ¿Qué haríamos nosotros si el Enviado de  Dios  buscara  su propia  salvación escapando  de esa cruz que lo une para siempre a todos los crucificados de la historia? ¿Cómo podríamos creer en un Dios que nos abandonara para siempre a nuestra suerte?
De  pronto,  en  medio  de  tantas  burlas y  desprecios,  una  sorprendente  invocación: “Jesús,  acuérdate  de   cuando llegues a tu reino”. No es un discípulo ni un seguidor de Jesús. Es uno de los dos delincuentes crucificados junto a él. Lucas lo propone como un ejemplo admirable de fe en el Crucificado.
Este hombre, a punto de morir ajusticiado, sabe que Jesús es un hombre inocente, que no ha hecho más que bien a todos. Intuye en su vida un misterio que a él se le escapa, pero está convencido de que Jesús no va a ser derrotado por la muerte. De su corazón nace una súplica. Solo pide a Jesús que no lo olvide: algo podrá hacer por él.
Jesús le responde de inmediato: “Hoy estarás conmigo en el paraíso”. Ahora están los dos  unidos  en  la  angustia  y  la  impotencia,  pero  Jesús  lo  acoge  como compañero inseparable. Morirán crucificados, pero entrarán juntos en el misterio de Dios.
En medio de la sociedad  descreída  de  nuestros  días, no pocos viven desconcertados. No  saben  si creen  o no creen. Casi sin saberlo, llevan en su corazón una fe pequeña y frágil. A  veces, sin  saber por qué ni cómo, agobiados  por el peso de la vida, invocan a Jesús a  su manera. “Jesús, acuérdate de mí” y  Jesús  los  escucha: “Tú estarás siempre conmigo”.
José Antonio Pagola (Adaptado)

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