Es
igual que estés o no estés; si la fe no supone, en realidad, ningún
cambio en lo cotidiano; si la oración es tan solo un rito o una inercia;
si el evangelio es una serie de relatos que conozco de siempre, pero ya
rara vez me dicen algo nuevo; si Jesús es un icono más, popular y
atractivo, pero estático; si la celebración es un ritual conocido pero
domesticado; si las preguntas no son a vida o muerte, porque en ellas te
lo juegas todo; entonces es que no es Dios aquel a quien estás mirando,
buscando o rezando. Porque Dios le da la vuelta a todo. Inquieta,
remueve, convierte y te hace comprender el mundo de otra forma.
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