Al
final del día es el momento de caer en la cuenta de cuál ha sido mi
respuesta concreta a Dios a lo largo del día: cuáles han sido mis
actitudes, mis sentimientos, mis “emociones”, mis reacciones. Volver al
principio del día. Ir recorriendo la mañana con sus encuentros y
desencuentros. Recordar algunas palabras, personas y sentimientos y
llegar a la tarde. Y detenerme ahí también y verme en las
distintas situaciones: con mi familia, con mis amigos, con la gente con
la que comparto mi vida,… Y detenerme en lo más relevante, mirar los
detalles, escuchar las palabras, volver a pasar por el corazón los
sentimientos. Habrá mucho que nos guste, que queramos cuidar, que nos dé
Paz y nos llene de alegría, de deseo, de ilusión, de esperanza. Habrá
otras cosas que queramos perder y dejar por el camino.
¡Tan sólo mirar la vida…!
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