
Una vez más, al escuchar esta lectura, me siento parte de tu nombre,
Dios con nosotros, carne de tu carne, miembro de una humanidad asumida
por ti. Me vistes de tu dignidad, me amas con ternura, como a cualquier
ser humano, y por eso te doy gracias, y te bendigo, y me comprometo a no
cerrarme a mi propia carne sino ofrecerte mi vida para que en nuestros
días florezca tu justicia y tu paz abunde eternamente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario