"Dichoso
el pueblo que sabe alabarte. Caminará, oh Señor, a la luz
de tu
rostro, tu nombre es su gozo cada día". (Salmo 89)
La alabanza
es la forma de orar que reconoce de la manera más directa que Dios es Dios. Le
canta por El mismo, le da gloria no por lo que hace sino por lo que El es.
Mediante
ella, el Espíritu se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos
de Dios (cf. Rm 8, 16), da testimonio del Hijo único en quien somos adoptados y
por quien glorificamos al Padre. La alabanza integra las otras formas de
oración y las lleva hacia Aquél que es su fuente y su término: "un solo
Dios, el Padre, del cual proceden todas las cosas y por el cual somos
nosotros"
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