LA PALABRA SE HIZO CARNE
Nuestros
graciosos “belenes”, están llenos de tradición, de arte y de ternura. Pero la
hondura de la Navidad se le escapa a quien sólo mira esas hermosas figuritas.
El misterio de la Natividad del Señor nos lleva una y otra vez a recibir la
Palabra de Dios que se ha hecho carne y ha entrado en nuestra historia..
Dios
nos habla de muchas formas, como recuerda el Concilio Vaticano II en la
constitución sobre la Sagrada Liturgia (SC 7). Pero nosotros hemos de leer con
asiduidad la Sagrada Escritura, como dice también el Concilio en la
constitución sobre la Divina Revelación (DV 25). En ella se contiene la palabra
definitiva de Dios.
Según
san Jerónimo, “desconocer la Escritura es desconocer a Cristo”
. La importancia
que, con razón, concedemos a la Palabra
de Dios escrita puede y debe disponernos a escuchar al que es la Palabra de
Dios vivida y viviente.
LA
SABIDURÍA CREADORA
El
libro del Eclesiástico recoge hoy el elogio que la sabiduría hace de sí misma.
Creada por Dios desde el principio, asiste a Dios en la obra de la creación y
en el gobierno del mundo. Su sabiduría no cesará jamás. La memoria de la
sabiduría de Dios ha de librarnos de nuestra altanería.
Según
la carta a los Efesios, también nosotros hemos sido elegidos antes de la
creación del mundo para ser santos e irreprochables por el amor. Para ello
necesitamos que Dios nos conceda el don de sabiduría para conocerle e ilumine
los ojos de nuestro corazón para comprender la esperanza a la que nos llama.
Esos
son los dones que esperamos de la Palabra eterna de Dios. Según el evangelio de
Juan, la Palabra se ha hecho carne y habita entre nosotros. Ese misterio abarca
la historia entera, remece nuestra comprensión de Dios y del hombre. Y, por
supuesto, ha de orientar nuestra oración de cada día.
LA
PALABRA VIVIFICADORA
En
el prólogo al evangelio de Juan sobresalen tres afirmaciones inolvidables sobre
la Palabra eterna de Dios que se ha hecho terrena y cercana a quienes la
escuchan:
•
“En la Palabra había vida”. Muchas de nuestras palabras carecen de vida. O por
que no dicen nada. O porque son dañinas para nosotros mismos y para los demás.
No podemos vivir de verdad sin prestar una atención cordial y comprometida a la
Palabra de Dios.
•
“La Palabra era la luz verdadera”. Ella es la luz que ilumina a todos los
hombres. También a los que pretenden ser luz para ellos mismos. Es impensable
tratar de vivir con claridad sin dejarnos guiar humildemente por la luz de la
Palabra de Dios.
•
“La Palabra se hizo carne”. Los dos últimos papas han insistido en afirmar que
la fe no nace de una idea, sino de un encuentro. Es lamentable vivir colgados
de una idea sin dejarnos interpelar por el realismo de la presencia de
Jesucristo en nosotros.
* Señor Jesús,
Palabra de Dios, que has decidido habitar para siempre entre nosotros,
permítenos caminar guiados por ti, para que nuestra vida sea luminosa y dé a
nuestros hermanos testimonio de tu luz. Amén.
José-Román Flecha Andrés
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