PAZ Y FRATERNIDAD
Por iniciativa de Pablo VI abrimos el año civil con una Jornada Mundial de la Paz. Los mensajes que los últimos papas han publicado cada año forman ya una verdadera enciclopedia sobre la paz. Retomando sus propias ideas, el Papa Francisco ha iniciado el suyo deseando a todos, a las personas y a los pueblos, “una vida llena de alegría y de esperanza”.
Reconoce él que todos aspiramos a una vida plena, marcada por el anhelo indeleble de la fraternidad. He ahí la gran aspiración de las personas, de las familias y de los pueblos.
Con todo, reconoce los atentados que acechan hoy a esos ideales de la paz y la fraternidad. De hecho, el Mensaje papal recuerda que “en muchas partes del mundo, continuamente se lesionan gravemente los derechos humanos fundamentales
, sobre todo el derecho a la vida y a la libertad religiosa”.
Un primer ejemplo de estas violaciones es “el trágico fenómeno de la trata de seres humanos, con cuya vida y desesperación especulan personas sin escrúpulos”.
A continuación, afirma el Papa que, a las numerosas guerras marcadas por los enfrentamientos armados, se unen otras guerras que “se combaten en el campo económico y financiero con medios igualmente destructivos de vidas, de familias y de empresas”.
No son éstos los únicos escenarios en los que se desprecia y maltrata la vida humana. El mensaje no pretende silenciar esos dramas. Más adelante, menciona el Papa “el drama lacerante de la droga, con la que algunos se lucran despreciando las leyes morales y civiles”.
Alude también a la prostitución, al abuso de menores, a la esclavitud todavía vigente en muchas partes del mundo, a la tragedia de los emigrantes, con los que se especula indignamente en la ilegalidad, y a las condiciones inhumanas de muchas cárceles.
Entre las causas de estos y otros abusos, el Mensaje papal menciona el individualismo, el egocentrismo y el consumismo materialista que fomentan la mentalidad del “descarte” que lleva al desprecio y al abandono de los más débiles y de cuantos son considerados como “inútiles”.
Apelando a una idea ya expuesta por él en otras ocasiones, el Papa Francisco recuerda que no hay “vidas descartables”. Todas las personas “gozan de igual e intangible dignidad”. Todos los seres humanos son amados por Dios y han sido rescatados por la sangre de Cristo. Y añade: “Esta es la razón por la que no podemos quedarnos indiferentes ante la suerte de los hermanos”.
Hoy se habla continuamente de la “calidad de vida”. Con palabras de Juan Pablo II, el Mensaje papal afirma que la paz genera una mejor calidad de vida y un desarrollo más humano y sostenible, a condición de que todos nos empeñemos en aceptar y promover el bien común.
Más adelante señala que el ideal de la fraternidad y la superación de la pobreza nos exige ese desprendimiento que comporta elegir un estilo de vida sobrio y esencial para compartir las propias riquezas con los demás.
Un estilo de vida que no afecta solo a las personas que hacen voto de pobreza, sino también a todos los que creen que “la relación fraterna con el prójimo es el bien más preciado”.
Así pues, “se necesita una conversión de los corazones que permita a cada uno reconocer en el otro a un hermano del que preocuparse, con el que colaborar para construir una vida plena para todos”.
El Papa recoge los textos bíblicos que nos exhortan a descubrir en el otro a un hermano. Pero su discurso no se dirige sólo a los que leemos las Escrituras y las aceptamos como luz para nuestros pasos. A todos nos interpela el ideal de la paz, basada en la aspiración de la fraternidad universal y en su humilde y constante ejercicio.
José-Román Flecha Andrés
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